Un amigo me ha contado una historia que no tiene porqué ser verdad, pero da gran consuelo y quizá serenidad, y te la cuento a ti lector por si te pudiera ayudar, o para que se lo cuentes a otros que en algún momento tengan pesar.
Un hombre al atravesar la puerta de la muerte, que todos atravesaremos (esto sí que es real), se encuentra de cara a Dios en su juicio particular.
Dios le presenta su vida como si de un paseo por la playa se tratara y en aquella arena blanca y fina se ven señaladas las huellas de dos caminantes que pasean al mismo ritmo.
El hombre pregunta a Dios: ¿de quién son las huellas?
Son las tuyas y las mías cuando viviste a mi lado.
En un momento desaparecieron unas huellas quedando sólo las de unas pisadas. Y el hombre le dijo a Dios con una cierta amargura:
¿Ves? me dejaste sólo cuando mayores eras las dificultades, durante esa enfermedad, cuando estuve sin trabajo, cuando perdí a mis seres queridos, cuando sufrí por mil cosas.
Dios con una sonrisa dulcísima en sus labios le contestó:
"Escucha bien, hijo mío,
comprendo tu confusión.
Siempre te amé y te amaré,
y en tus horas de dolor
siempre a tu lado estaré
para mostrarte Mi Amor.
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Mas si ves solo dos huellas
en la arena al caminar,
y no ves las otras dos
que se debieran notar,
es que en tu hora afligida,
cuando flaquean tus pasos,
no hay huellas de tus pisadas
porque te llevo en Mis brazos". - (Anónimo)